Goleman sostiene que la práctica de la atención y de focalizar es como un músculo. Si no lo utilizamos se debilita; si lo ejercitamos, se desarrolla y fortalece. Este ensayo integra “inteligencia emocional” y “mindfulness”.
CONTENIDOS :
1. La facultad sutil 11
Parte I: La anatomía de la atención
2. Los fundamentos básicos 25
3. La atención superior y la atención inferior 38
4. El valor de una mente a la deriva 56
5. La búsqueda del equilibrio 65
Parte II: La conciencia de uno mismo
6. El timón interior 81
7. Vernos como los demás nos ven 89
8. Receta para el autocontrol 99
Parte III: Leyendo a los demás
9. La mujer que sabía demasiado 119
10. La tríada de la empatía 124
11. La sensibilidad social 145
Parte IV: El contexto mayor
12. Pautas, sistemas y confusiones 159
13. La ceguera sistémica 168
14. Las amenazas distantes 180
Parte V: La práctica inteligente
15. El mito de las 10.000 horas 197
16. El cerebro de los videojuegos 215
17. “Colegas que respiran” 227
Parte VI: El líder bien enfocado
18. Cómo dirigen su atención los líderes 255
19. El triple foco del líder 270
20. ¿De qué dependen los buenos líderes? 284
Parte VII: La gran imagen
21. Liderando el futuro 303
Agradecimientos 317
Recursos 319
Notas y referencias bibliográficas 325
Índice 349
Sobre el autor 359
FRAGMENTO :
La búsqueda continua de eventos que nos ayudan a permanecer
atentos fue una de las primeras facetas de la atención en recabar
el interés de la ciencia. Y esa investigación se agudizó, durante la
II Guerra Mundial, acicateada por la necesidad militar de contar con
operadores de radar que pudiesen permanecer atentos muchas horas
y por el descubrimiento de que hacia el final de su vigilancia, la
atención se rezagaba y se les escapaban más señales.
Recuerdo haber visitado, en plena Guerra Fría, a un investigador
financiado por el Pentágono para estudiar los niveles de vigilancia
en periodos de entre tres y cinco días de privación de sueño, es decir,
el tiempo estimado que, durante una supuesta III Guerra Mundial,
deberían permanecer despiertos los militares en algún búnker oculto.
Y aunque, afortunadamente, su experimento jamás tuvo que superar
la prueba de la cruda realidad, sus alentadores resultados indicaban
que, al cabo de tres o más noches sin dormir, el ser humano sigue
prestando, con la adecuada motivación, una aguda atención (aunque,
si la motivación mengua, no tardará en dormirse).
La ciencia de la atención se ha expandido, en los últimos años,
mucho más allá de la vigilancia. Son las habilidades atencionales,
según esta ciencia, las que determinan nuestro nivel de desempeño
de una determinada tarea. Si nuestra destreza en la atención es pobre,
también lo será nuestro desempeño, pero si, por el contrario, está bien
desarrollada, nuestro desempeño puede llegar a ser excelente. De esta
facultad sutil depende, pues, nuestra agilidad vital. Y, por más oculto
que en ocasiones esté, el vínculo entre atención y excelencia se halla
detrás de casi todos nuestros logros.