Introducción
Desde la aparición de mi último libro, La senda del chamán,
hace más de tres décadas, mi enseñanza ha sido fundamentalmente
oral, en sintonía con las ancestrales tradiciones del
chamanismo. Ha llegado, sin embargo, el momento de abordar
públicamente algunas cuestiones que merecen una urgente y
más amplia atención en el mundo contemporáneo. Dos preguntas
fundamentales: si hay más de una realidad, y si hemos de
estar solos para resolver los desafíos de la existencia.
Este libro cuenta las historias de miles de occidentales que
hallaron respuestas a esas preguntas recurriendo a los antiguos
métodos de los chamanes, entre ellos tocar el tambor «sobre
el arcoíris» para descubrir asombrosos reinos celestiales que
aguardan para ayudarlos. También descubrieron una nueva
libertad espiritual, una libertad para conocer, y no tan solo
para creer o no creer.
En sus últimos trabajos, Mircea Eliade, el gran estudioso de
la religión comparada, subrayó que los chamanes son únicos
en las tradiciones espirituales del mundo debido a su capacidad
para volar a otros mundos, y también a los cielos. Alcanzaban
esos mundos en lo que él llamaba un estado de «éxtasis» o
estado alterado de consciencia. Este estado se lograba, en sus
palabras, «a través de la magia musical del tambor» que permitía
al chamán «llegar al cielo más alto».1 Poco más se decía,
sin embargo, acerca de la naturaleza de esa «magia musical».
Los tambores aparecen constantemente en las fotografías
de chamanes siberianos, y son especialmente célebres por
facilitar el vuelo a otros mundos. Muchos estudiosos sugieren
que estos tambores eran utilizados por su «efecto teatral» en
las sesiones chamánicas, y algunos incluso afirmaron que los
chamanes siberianos no alteraban su consciencia en absoluto.
Otros, siguiendo al micólogo Gordon Wasson, creían que la
ingesta de la seta psicoactiva Amanita muscaria era lo que en
realidad hacía creer a los chamanes siberianos que volaban a
otros mundos.
La omnipresencia de los tambores en esas fotografías despertó
mi curiosidad y a finales de los años sesenta empecé
a experimentar con la percusión para comprobar si ejercía
algún efecto en los vuelos mágicos.2 Tras varios experimentos,
me emocionó comprobar que un ritmo constante de 205
a 220 redobles por minuto ejercía un influjo en el cambio de
consciencia y, sin conocimientos de chamanismo, facilitaba el
vuelo o viaje a mundos espirituales. Se trata de la «inmersión
auditiva» o «inmersión sónica», un método chamánico clásico
y alejado por completo de la ingestión de drogas.
En respuesta a una serie de peticiones, mi práctica personal
con el tambor me llevó a enseñar a pequeños grupos a usar
la percusión para alterar la consciencia no solo con el fin de
visitar otros mundos, sino también para traer ayuda y sanación
chamánica a nuestro mundo. Con el tiempo creció la demanda
de este tipo de conocimiento, y en 1979 Sandra Harner y yo
creamos el Centro de Estudios Chamánicos (ahora Fundación
de Estudios Chamánicos) como vehículo para la enseñanza del
chamanismo. En aquella época, también realicé grabaciones de
percusión chamánica para que los interesados pudieran viajar
sin la necesidad de tocar el tambor en vivo. (Hay que señalar
que la práctica del viaje chamánico no lo convierte a uno en
chamán, sino que constituye un paso útil en el aprendizaje y
práctica del chamanismo, ya que a través del viaje se puede
aprender rápida y directamente de los espíritus.) En 1980 publiqué
La senda del chamán, libro que propició el renacimiento
chamánico a nivel mundial.3
Mediante un trabajo de campo y una formación personal
con chamanes tribales supervivientes que ha durado más de
medio siglo, y gracias a mi propia práctica chamánica y la
lectura de cientos de relatos procedentes de diversas culturas,
he descubierto, aprendido, experimentado y reactivado muchas
prácticas chamánicas. A partir de ahí creé el «chamanismo
esencial» –los aspectos universales, casi universales y comunes
del chamanismo, junto al viaje a otros mundos, un elemento
distintivo de este fenómeno– como metodología de enseñanza
para instalar el chamanismo en la vida contemporánea. Incluye
el reconocimiento implícito, cuando no localmente explícito, de
dos realidades, la ordinaria y la no ordinaria; a esta última se
accede a través del estado de consciencia chamánico, que tiene
un componente aprendido y diversos grados de profundidad.
En la actualidad, y gracias al chamanismo esencial y la
inmersión auditiva, decenas de miles de personas en todo
el mundo son capaces de acceder a otra realidad y viajar a
otros mundos, como los chamanes siberianos tradicionales,
así como trabajar en este mundo aportando sanación y otra
ayuda chamánica. (Aquellos que no conozcan el chamanismo
esencial, podrán encontrar una información más detallada en
el apéndice D.)
Durante más de un cuarto de siglo, en la Fundación de
Estudios Chamánicos hemos patrocinado un proyecto que
implica recopilar y archivar conocimiento sobre esta materia,
y que casi 5 000 relatos de practicantes occidentales centrados
en sus hallazgos en los viajes chamánicos a la realidad no ordinaria,
lo que hemos llamado «viajes más allá del tiempo». El
término «occidental» se utiliza como una palabra conveniente
para aludir a los actuales estadounidenses (el grupo más amplio
con informes no publicados en los archivos de la Fundación),
canadienses y algunos europeos.
Esta colección «occidental», que constituye la fuente principal
de los informes de este libro, es única en el mundo. Forma
parte del proyecto Mapeo de Realidad no Ordinaria (MRNO)
y pertenece a la Fundación de Estudios Chamánicos y el Conservatorio
de Estudios Chamánicos del Norte de California, que
también posee una colección de publicaciones de chamanes indígenas
pertenecientes a cientos de sociedades en todo el mundo.
Durante años he mostrado reservas a la hora de publicar
prematuramente este conocimiento, por temor a que una vez
estuviera «ahí fuera», privara a nuevos estudiantes y otros
sujetos occidentales de experiencias autónomas y desprovistas
de influencia. Ahora, sin embargo, por medio de las
enseñanzas orales de la Fundación en los talleres y cursos de
formación, «todos lo saben». Para evitar la «contaminación”
de las experiencias en virtud de una comunicación excesivamente
anticipada respecto a lo que otros han experimentado
(lo que evitaría viajes a lo desconocido realmente originales
y espontáneos), el Conservatorio de Estudios Chamánicos ya
no acepta informes sobre experiencias chamánicas en sujetos
occidentales, y parece que ha llegado el momento de desvelar
una pequeña muestra de estos descubrimientos en la presente
publicación.
Los sujetos occidentales cuyas experiencias relata este
libro realizaron ascensiones a lo que muchos estudiosos del
chamanismo llaman el Mundo Superior y descensos al Mundo
Inferior, que contrastan con aquel en que vivimos, el Mundo Intermedio.
Los mundos superior e inferior se ubican plenamente
en la realidad no ordinaria, y constituyen ámbitos únicamente
espirituales, mientras que el mundo en que vivimos manifiesta
un aspecto de realidad ordinaria, aquella que percibimos fácilmente,
y un aspecto no ordinario, el ámbito de los espíritus,
que se percibe con dificultad sin formación chamánica.
El Mundo Superior es muy diferente a los fenómenos de la
realidad ordinaria que se ciernen sobre nosotros, tal y como
son observados por los astrónomos. Incluso las galaxias más
remotas de nuestro universo no se incluyen en el Mundo Superior
de los chamanes. Al descender al Mundo Inferior, los
occidentales no atraviesan capas geológicas, internándose en
lo más profundo de la Tierra, sino que alcanzan un mundo puramente
espiritual y que carece de las limitaciones terrenales.
Este libro ofrece ejemplos de experiencias occidentales en
los tres mundos, centrándose especialmente en el Mundo Superior,
en parte porque en la actualidad parece haber una gran
curiosidad en Occidente acerca de lo que acontece espiritualmente
«ahí arriba». En otras palabras, ¿los cielos son reales o
son fantásticos y metafóricos?
Nuestro testimonio sugiere que la respuesta depende del
tipo de realidad, ordinaria o no ordinaria, al que nos refiramos.
En la realidad no ordinaria –a la que se accede con técnicas
chamánicas clásicas, como la inmersión por la audición– no
parece cuestionarse la existencia de cielos, coros celestiales,
deidades y la presencia de seres, o espíritus, en el Mundo Superior.
También existen evidencias de la existencia de espíritus
en nuestro propio Mundo, el Mundo Intermedio.
Las pruebas recopiladas a partir de las experiencias de ascensión
y recogidas en este libro desafían las creencias de quienes
afirman que solo existe un cielo y que los viajes a él están
restringidos a unos pocos profetas, santos y fundadores de las
grandes religiones, fallecidos hace mucho. Equitativamente,
los informes también desafían las creencias de los ateos y «fundamentalistas
seculares» que creen que los cielos son producto
de la imaginación. Incluso en el cristianismo actual, algunos
miembros del clero sugieren que el cielo es un sentimiento
más que un lugar.
Años atrás, en La senda del chamán, presenté a los occidentales
una introducción a los viajes chamánicos al Mundo
Inferior, y muchos son los que han viajado allí en las últimas
tres décadas. Esta es una de las razones por las que en el presente
volumen me centro especialmente en el Mundo Superior.
Aun así, el capítulo final de La cueva y el cosmos ofrece una
novedosa y sorprendente información relativa a lo que algunos
occidentales han descubierto en el Mundo Inferior.
Debido a que los relatos cosmográficos contenidos en este
libro son en sí mismos importantes contribuciones al conocimiento
chamánico, no pretendo establecer, en el limitado
espacio del que dispongo, comparaciones con los relatos de los
supervivientes de experiencias cercanas a la muerte o con las
experiencias de viaje de los chamanes indígenas, estas últimas
sorprendentemente escasas. Reconozco la importancia de este
y otros estudios comparativos y animo a que se lleven a cabo.
El trabajo que el lector tiene en sus manos pretende, entre otras
cosas, alentar tales investigaciones.
Quiero añadir que en este libro no pretendo tender puentes
entre disciplinas. Soy antropólogo, chamanólogo, practicante del
chamanismo y, en el caso de este libro, cosmógrafo de las experiencias
chamánicas occidentales. Nada más. Quienes deseen
reconciliar el chamanismo con otra disciplina –por ejemplo, la
psicología– deberían intentar resistir la tentación inmediata de
«acorralar a los sospechosos habituales», como en Casablanca,
las herramientas reduccionistas estándar. No tengo nada contra
el reduccionismo en sí, pero en mi opinión debería ser una
consecuencia del verdadero dominio del campo que se pretende
«reducir». En el caso del chamanismo, debería incluir
el dominio del chamanismo a partir de experiencias amplias y
de primera mano, la experimentación y el estudio, junto a un
dominio comparable del campo con el que queramos compararlo.
Ciertamente, no se trata de una tarea fácil, pero… ¿acaso
la erudición seria lo fue alguna vez?5
En los talleres y cursos dedicados a enseñar a los occidentales
el estudio del chamanismo esencial y a viajar a otros
mundos se tuvo mucho cuidado en proporcionar a los alumnos
poco más que unas instrucciones mínimas. Una información
detallada de estas aparece en los Apéndices A y B. Está usted
invitado a utilizar los mismos métodos de viaje chamánico
para comparar sus propias experiencias con las que aquí se
describen. Sin embargo, los apéndices no pretenden ser un
libro de «instrucciones», sino más bien una oportunidad para
que los lectores comprueben la realidad y naturaleza de los
descubrimientos realizados por occidentales en el Mundo Superior
(y en menor medida en el Mundo Inferior), de los que
estas páginas ofrecen un cumplido relato.
Lamentablemente, una vez leído este libro, usted ya no
será un ingenuo respecto a las expectativas generadas por la
ascensión al Mundo Superior o el descenso al Inferior. Aun
así, si acepta la invitación, prepárese para algunos descubri-
mientos asombrosos, entre ellos el descubrimiento de que ya
no dependerá de relatos ajenos. Con el chamanismo esencial,
algunos de los dogmas incuestionables de la Iglesia, el Estado
y la ciencia están condenados a derrumbarse inexorablemente.
Tengo 83 años mientras escribo estas líneas. Buena parte
de lo que he aprendido sobre chamanismo en el último medio
siglo ha sido evaluado e interiorizado en un cuerpo personal
de conocimiento que he transmitido a los demás en muchas
conferencias con notas a pie de página perdidas en las arenas
del tiempo. Algunas partes de este libro incorporan las
conferencias impartidas a mis estudiantes y al público en el
transcurso de más de tres décadas.
Sin embargo, una de las salvaguardias al leer mis declaraciones
sobre chamanismo consiste en que los lectores serios
podrán comprobar mis declaraciones a través de sus propias
experiencias chamánicas. Los nuevos datos y la forma de
verificarlos constituyen uno de los aspectos centrales de estas
páginas. Si descubre que algunos elementos de este libro le
recuerdan a algo que ha oído o leído en algún otro lugar, no
se sorprenda, ya que he enseñado los principios y métodos del
chamanismo y los viajes a otros mundos a miles de estudiantes.
Algunos de ellos han publicado extractos de mis enseñanzas
orales,6 pero no los nuevos datos presentados aquí.
Traer el chamanismo a Occidente implica animarle también
a usted, lector, a confiar más en su propia autoridad espiritual.
Quiero alentarlo en su autonomía espiritual incluso en la lectura
de este libro. Aunque no he podido reprimirme a la hora
de realizar algunos comentarios personales respecto a ciertos
relatos, otros se presentan intencionadamente sin observación
alguna, a fin de estimular el pensamiento independiente.
Hemos visto a muchas personas hablando en púlpitos y ante
congregaciones de una u otra religión, repitiendo o analizando
hasta el agotamiento las mismas viejas historias relativas a las
experiencias de los fundadores de las grandes religiones. Ahora
es el momento de que usted aproveche la oportunidad de vivir
sus propias experiencias. En esa conexión, los relatos incluidos
aquí, aunque interesantes, no son un sustituto para lo que realmente
importa: su propia experiencia directa. Asimismo, este libro
no se presenta como un tomo erudito en sentido tradicional,
fundamentalmente dirigido a un público académico; constituye
un esfuerzo por inspirar a los lectores a buscar nuevas alturas,
literalmente, ofreciéndoles nuevos datos y conceptos.
Considero que la nueva información presentada aquí –el
relato de las experiencias de otros y la inspiración que estas
puedan aportar– es mi principal tarea y contribución en este volumen.
Los archivos de la Fundación han sido rastreados para
buscar ejemplos de experiencias que, aunque no ordinarias, se
incluyen en el marco de las posibilidades y potencialidad de
todos nosotros. Junto a los principios del chamanismo esencial,
estos relatos –perspectivas vitales de nuestra situación como
seres humanos– constituyen un conjunto capaz de ampliar los
horizontes de los lectores interesados.
He elegido invertir mi limitado tiempo en reunir la información
para este libro, que considero importante, incluso urgente, transmitir a un mundo irritado y peligroso que pretende
disputar interminablemente acerca de cuestiones espirituales
basándose en la creencia en antiguas historias. La senda
del chamán es el del conocimiento directo, no el del relato
(¡aunque se trata del mío!), y en muchas culturas indígenas el
chamán es «aquel que sabe».
Espero que este libro resulte útil a los lectores y les ayude
a reducir su dependencia de los dogmas cosmológicos de la
ciencia y la religión organizada. Espero que usted se sienta
estimulado, o aún más animado, en sus encuentros chamánicos
con otra realidad, en la que podemos encontrar la increíble
compasión, ayuda y sanación que nuestro mundo necesita tan
acuciantemente. En cierto modo, se trata de una declaración
de independencia espiritual orientada hacia la información,
y una invitación a utilizar ese conocimiento y libertad para
producir más sabiduría, compasión y gozo en nuestra vida y
la vida de los demás.
Michael Harner
Otoño, 2012
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