Inspirándose en las grandes filosofías de su India natal, en especial las que brotan de las tradiciones hindú, budista y jainista, y en la reinterpretación que de ellas hicieron figuras como el Mahatma Gandhi, Rabindranath Tagore o E.F. Schumacher, Satish Kumar nos enseña con su exquisita sencillez que cuidar el entorno natural (tierra), mantener el bienestar personal (alma) y defender los valores humanos (sociedad), son los imperativos morales de nuestro tiempo.
Para facilitar el nacimiento de un futuro sostenible y en paz debemos realizar una transformación educativa en la que la lectura, la escritura y la aritmética sean sustituidas por el cultivo de la mente, el corazón y las manos. Este libro constituye una sabia guía para llevar a cabo una serena revolución en nuestro modo de pensar y en nuestra forma de vivir.
Introducción
La trinidad formada por tierra, alma y sociedad es la destilación de mucho
aprendizaje y vida. Nací y me crié en la India en la primera parte de mi vida
y después viví en Occidente durante la segunda, por lo que he aprendido tanto de
ambos mundos, algo que agradezco mucho.
Al leer Talks on the Gita de Vinoba Bhave, di con un concepto articulado en tres
palabras sánscritas que me dio la clave para entender y establecer una relación
correcta con la naturaleza, el alma y la sociedad.
Más tarde, cuando fui caminando desde Delhi hasta Moscú, París, Londres y
Washington en defensa de la paz, comprendí que la paz no es solo la ausencia de
guerra; es una forma de estar en armonía con el planeta Tierra, con uno mismo y
con todos los seres humanos, independientemente de su raza, religión o nacionalidad.
Aquella larga marcha resultó ser mi meditación sobre la realidad de la interdependencia
y el interser.
He estudiado filosofía budista desde que era muy pequeño, pero solo cuando
reflexioné sobre las enseñanzas de Buda dentro del contexto de la interrelacionalidad
del planeta, la persona y la sociedad, entendí el profundo significado de las
Cuatro Nobles Verdades, que, me di cuenta, son un medio para curar la Tierra, el
alma y la sociedad. No habrá curación posible para la persona si la Tierra que nos
rodea está enferma y las comunidades humanas sufren.
En mi juventud fui monje jainista y aprendí los principios de la no violencia,
la autocontención y la autodisciplina, pero en aquella época contemplaba estos
principios únicamente desde el punto de vista de la liberación personal. Sin embargo,
al estudiar la Gita, conocer tantas culturas diferentes y examinar el profundo
significado de las Cuatro Nobles Verdades en mi meditación, vi los principios
jainistas bajo otra luz. No hacer daño y practicar la no violencia con plantas,
animales y personas fue a partir de entonces una forma de mejorar mi relación
con el mundo natural, con el mundo interior y con el mundo social. Si nuestra
civilización pusiera en práctica la no violencia, la autocontención y la autodisciplina
no sufriríamos desastres ecológicos, marginación personal e injusticias sociales.
El término jainista, así como el que se usa en la Gita, para referirse a la autodisciplina
es tapas, palabra que está relacionada con el calor, algo que me pareció
muy interesante. Una vez, Vinoba explicó que cuando la fruta madura gracias al
calor del sol adquiere un bonito color, un aroma delicioso y un sabor exquisito.
De igual modo, si queremos adquirir madurez y dulzura, tenemos que recibir
el calor de la autodisciplina. Hasta los cereales y las verduras madurados al sol
tienen que someterse al calor del horno para ser comestibles y digeribles. Metafóricamente, estos alimentos hacen tapas. Otro ejemplo es el oro; para transformar un lingote de oro en una joya, el metal ha de someterse al calor del
fuego. Y el barro debe someterse al calor del horno para transformarse en un recipiente útil. Si no practicamos la autodisciplina, no podremos pasar de ser a llegar
a conocernos. Todas las prácticas espirituales son formas de autodisciplina que
robustecen el alma y fortalecen a las personas para que resistan ante cualquier
eventualidad.
Mahatma Gandhi representó el principal ejemplo de autodisciplina y práctica
de autocontención y no violencia. Nos presentó una trinidad propia, muy parecida
a la trinidad de tierra, alma y sociedad. Gandhi ha sido una luz que me ha guiado
durante toda mi vida. Fuera implícita o explícitamente, insistió siempre en la veneración por todos los seres vivos, tanto humanos como no humanos. Siempre
encontraba tiempo para la práctica personal de la meditación, el silencio, la oración
y el ayuno para el cuidado de su alma. Y además dedicó el trabajo de toda su
vida a mejorar la vida de los pobres, los intocables, los oprimidos y los necesitados.
Por todo esto, las ideas gandhianas son fundamentales para presentar la trinidad de
tierra, alama y sociedad.
Si Gandhi me proporcionó un suelo fértil para mi trinidad, Rabindranath Tagore
preparó el terreno mediante su poesía. La política sin poesía es incompleta.
Desde que conocí las historias, las canciones, las pinturas, las obras de teatro y la
poesía de Tagore, me cautivó el poder de su imaginación. Mal equipados estaremos
para cuidar de la tierra, para alimentar el alma y para nutrir la sociedad si no contamos con el poder de la imaginación que se manifiesta en la magia de la poesía, en el encanto de las canciones. Así pues, la trinidad de tierra, alma y sociedad está
muy inspirada en la poesía de Tagore.
Él no fue solo un poeta, también fue un gran educador. Fundó una escuela y
una universidad. Impartía sus clases bajo los árboles y les decía a sus alumnos:
«Tenéis dos maestros, yo, un maestro humano, y el árbol, bajo el que nos sentamos,
que es vuestro maestro de la naturaleza. Aprenderéis mucho más del árbol
que de mí». Tagore tenía razón. ¿Quién es capaz de igualar la generosidad de un
árbol? Un árbol nos da sus frutos sin poner condiciones, a todos y cada uno de
nosotros.
Para mí la escuela de Tagore fue un estímulo a la hora de fundar The Small
School en Hartland, donde vivo, y también el Schumacher College en Dartington,
ambos en Devon. En estos experimentos educativos he ampliado el foco. Más que
insistir en leer y escribir y en la aritmética (las tres erres), damos importancia a
la mente, el corazón y las manos (las tres haches).
Mi vida como monje jainista, como caminante por la paz, como estudiante de
filosofía budista, como trabajador en el movimiento gandhiano y como seguidor
de la sabiduría de Tagore me ha permitido conocer los ideales de Oriente. Más
adelante conocí a E.F. Schumacher, un economista occidental, además de experto
en medio ambiente, filósofo y practicante de disciplinas espirituales. E.F. Schumacher
encarnaba los ideales de tierra, alma y sociedad. Si tengo que citar el libro
de Occidente que más ha influido en mi pensamiento es Lo pequeño es hermoso de
Schumacher. Cuando las tendencias del mundo se orientaban a la centralización,
la globalización, la militarización y la comercialización, Schumacher tuvo el valor
y la audacia de hablar a favor de una forma de vida local, autosuficiente, ecológica,
espiritual, sencilla, no violenta y elegante. Estos valores y el ejemplo vivo del propio
Schumacher han sido una influencia en los libros que he escrito y editado.
Gran parte de lo que he escrito ha tenido el objetivo de iluminar la filosofía de
la integralidad y la articulación de tierra, alma y sociedad. Este libro es una forma
de reconocer mi deuda con estos maestros y activistas y de pagar mi tributo y expresar mi gratitud por su estimulante obra.